Y llueve en Dharamsala. El viento azota las banderas de colores, y ruge y corre mientras la lluvia cae con fuerza por todos los rincones.
Las montanas se esconden tras esta cortina de agua, y el cielo festeja con rayos y truenos la vida nueva.
Las gotas hacen olas sobre los tejados verdes de chapa, y veo a los monjes con sus habitos rojos y sus paraguas de colores corriendo a a resguardarse.
El Monzon ha llegado a tierra santa. El calor, mas benevolente que en el sur, y la humedad se instalan en la vida de este pequeno pueblo, en los rios de estas grandes montanas, en el corazon de esta aprendiz de bruja que nunca va a olvidar Dharamsala.
El aguacero se va calmando, y los rayos de intensa luz dorada iluminan las casitas verde claro que veo desde la ventana. Las personas van caminando cada vez mas despacio tambien. Parece ser que el viento dirige el ritmo de la vida, como un director de orquesta caprichoso y jugueton, porque ahora mismo decide que todavia no se ha cansado, que puede rugir un poco mas. Y como la lluvia le sigue el juego, de nuevo la vida se acelera para ponerse a techo.
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